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Antes, creía que iba a haber un momento en la vida, en el que todo iba a estar bien. Rezaba todos los días por que llegara ese momento, en el que la familia estaría unida, en el que no habrían problemas, donde todo sería alegría, salud y prosperidad. Por las noches no podía dormir pensando qué podía hacer para que las cosas cambien. Y aunque hice mi mejor esfuerzo, pasaron los días, que se convirtieron en meses y luego en años y, lastimosamente, los problemas continuaron, las malas temporadas persistieron y ya no podía ver la luz al final del camino.
De pronto, todo se ve negro. Te entra la desesperación, la angustia y el miedo; poco a poco, estos sentimientos se van convirtiendo en ira, rencor y culpabilidad. Recapitulamos cada hecho negativo y vamos buscando culpables sobre quienes verter toda nuestra rabia. Nos atormentamos con "lo que pudo ser" y con el "si hubiéramos hecho las cosas diferentes". Y así, sin darnos cuenta, pasa el tiempo y nosotros seguimos estáticos, inmóviles, lamentándonos por el pasado, sin poder avanzar. Pero es ahí que puede ocurrir una cosa maravillosa; llegará un día en el que nos cansaremos de ser victimas, de la tristeza, de la ira y nos daremos cuenta que hemos tocado fondo. Al ser conscientes de esto, inmediatamente aceptamos nuestra situación y nos damos cuenta de que ya no tenemos nada que perder y por ende, todo por ganar. Mientras más hondo nos encontremos, debemos saber también, que al igual que una pelota, mientras más abajo nos encontremos, más alto rebotaremos.
El cambio solo puede surgir cuando uno dice: BASTA!. Basta de ser victimas del destino y de los demás. Hay cosas que deberían haber pasado y no importa lo que hubiéramos hecho o dejado de hacer, hubieran ocurrido de todas formas. Démonos cuenta de que al pasar por todo eso nos hemos vuelto más fuertes y más sabios. Saquémosle todo lo positivo y descubramos que lecciones y aprendizaje podemos extraer. Recuerda:
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Al tocar fondo, también nos damos cuenta de que no importa lo que hagamos o digamos a los demás, cada quien, al final de día, va a tomar sus propias decisiones y va a hacer lo que quiera. Lo único que podemos hacer es tratar de ser un buen ejemplo, dedicarnos a lo que nos gusta, hacer ejercicio, mantenernos ocupados y dejar de gastar energía en algo sobre lo que no tenemos control: el tratar que los demás cambien.
Después de todo, tocar fondo, se vuelve en una "bendición". Vemos, por fin, que las circunstancias exteriores, nuestros seres queridos y las personas que nos rodean, no van a cambiar. Somos libres, nos quitamos todo el peso que estábamos cargando y recobramos nuestro verdadero poder:
"Lo único que podemos cambiar es a nosotros mismos y sobre lo único que tenemos control es sobre nuestra actitud hacia lo que nos sucede".
Es así, que me di cuenta de que nunca llegaría ese momento de eterna estabilidad por el que tanto había rezado. Me di cuenta, de que en la vida, al igual que en la naturaleza, vamos a tener días soleados, pero también habrán días de tormenta. Uno tiene que estar preparado para los cambios, ser flexible, fluir con la vida y jugar, lo mejor que podamos con las cartas que nos reparta el destino.
No nos aferremos a lo material ni a a los demás. Hoy podemos tenerlo todo y podemos también perderlo todo mañana. Cuando empiezas a cambiar te das cuenta que no todos pueden seguir tu ritmo y tendrás que dejar a algunos atrás.
Nunca es tarde para volver a empezar, para hacer lo que nos gusta, para abandonar relaciones que nos desgastan, para mirar con alegría hacia la vida y demostrarle que somos fuertes, que nos volveremos a levantar y que estamos listos para todo.
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