Todos tenemos problemas. Desde que nos despertamos empiezan nuestras preocupaciones; problemas de dinero, problemas familiares, problemas con el gobierno, etc. Pero hay problemas que son mucho más graves como la pérdida de un ser querido o una enfermedad terrible y nadie esta exento de atravesar estos enormes obstáculos.
Y aunque hay que aceptar que son pruebas difíciles, es verdad también que toda nuestra preocupación y ansiedad no van a ayudar a solucionar nada.
Entonces ¿qué hacemos? Ya no tenemos fuerzas, vemos todo negro, parece que no has escapatoria y nos cuesta seguir adelante, y nos surgen preguntas como ¿Por qué a mi? ó ¿Cómo voy a seguir ahora?. Es aquí que llegó el momento de buscar una fuerza más grande que nosotros mismos y más grande que nuestro problema, es hora de refugiarnos en Dios, en el Universo, en la Energía creadora del Universo, en la Entidad que es Todo. Es necesario entregar a Dios nuestro problema, porque nosotros ya no podemos con la carga, estamos sufriendo mucho. Debemos confiar y tener fe absoluta en que El tomará aquella situación y la transformará de tal manera que sea lo mejor para nosotros; sea lo que sea que ello signifique. Debemos saber que ese aspecto aparentemente "negativo" debía ocurrir así, no podía ser de otra manera; para que podamos crecer; es una lección que nos enseñará de seguro sobre el amor, la paciencia, el perdón y a valorar todo lo bueno que tenemos en nuestras vidas.
Confiemos en que Dios siempre va a hacer lo que sea mejor para nosotros, aunque ahora nos cueste entenderlo. Tal vez sea difícil en un principio, pero algún día miraremos atrás y entenderemos porque debió ser así. Por ahora, dejemos ir la preocupación, la rabia, la ansiedad, la amargura y al pasado y dejemos que Dios se encargue de todo. El sabrá que hacer con la situación. Esto no significa que no nos importa o que nos volvamos fríos ante esa situación, significa tener fe en Dios que todo lo puede y que siempre hará lo que El considere que es lo mejor para nosotros. Tengamos fe y continuemos con nuestras vidas, trabajando, dedicándonos a nuestra familia y amigos y haciendo lo que nos gusta, todos los días, con alegría y agradecimiento.
Fuente: crnbcc.org |
Déjalo ir, Déjaselo a Dios
Así como los niños nos traen sus juguetes rotos,
con lágrimas en los ojos,
para que nosotros se los arreglemos,
yo lleve a Dios mis sueños rotos,
porque El es mi amigo.
Pero luego, en vez de dejarlo en paz,
para que pueda trabajar solo,
me quedé y traté de ayudar a mi manera.
Al final, se los quité y le lloré:
"¿Como puedes ser tan lento?"
"Mi niño", me dijo, "¿Qué podía hacer?
Nunca los soltaste por completo".
"Sueños Rotos" de Lauretta P. Burns
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